CON SABOR A FRUTAS DESHIDRATADAS
- Ambross S. Told
- 23 dic 2020
- 2 Min. de lectura
Diciembre con ¨D¨ de…. Duele, pero con olor a frutas deshidratadas.
Desperté abosorto por el sonido del vacío. Ya no podía fingir más mi ensoñación, era pesada, incómoda y tan, tan obscura. Recuerdo haber hecho un esfuerzo extra para incorporarme ese día. Fue el sonido ensordecedor de mi tripa exigiendo un poco de alimento, quien me retomó. Había olvidado hacer la última comida de el día anterior.
Tardé unos segundos en recordar que día era; no quería esforzarme mucho en realidad. Así que pasé de largo el ¿Qué había pasado y donde estaba? Que más daba….. Últimamente sentía que el reloj avanzaba tan lento que vivía perdido en el tiempo. Cual hormiga perdido en las arenas movedizas de un reloj de arena, caminaba sin dirección ni motivación.
No recuerdo cuando fue la última vez que me desbordé emocionado mientras planeaba un viaje sin rumbo. Ni siquiera recuerdo bien una tarde de verano, con el viento en mi cara junto a mi familia. Esa noche miré las estrellas del techo de mi cuarto y pensé lo afortunado que era al tenerlas tan cerca de mí. No pude impedir que una lagrima rodara por mi mejilla y bajara hasta mi cuello, estrujando mi lastimado corazón.
Mi madre dice que está bien llorar, pero que, como todo, tiene que tener un límite. Mañana será ese fatídico día de término. Según ella, mañana veré el sol brillar de manera distinta y la energía volverá a correr por mis venas, en automático volveré a sentirme vivo.
En efecto, el mundo sigue, hay focos de colores por donde quiera. Una hermosa nochebuena adorna el centro de la avenida principal y cada casa se esfuerza por disfrazar y reemplazar el dolor de la época con adornos brillantes. En las calles huele a buñuelos y ponche, se oyen villancicos y se preparan para celebrar las fiestas de fin de año. Pero indudablemente también se respira miedo, zozobra y ansiedad.
Este diciembre sabe a frutas deshidratadas, a las frutas maduras que después de un largo y doloroso proceso se han logrado secar. Frutas cuya dulzura jamás se fue de este mundo, al contrario se arraigo en el paladar de todos quienes tuvieron la oportunidad de saborearlas. Frutas que jamás quisieron dejar de ser frescas, pero su entorno las transformo sin vuelta atrás y sin aviso oportuno.
Este Diciembre no quiero regalos; quiero a mi familia, quiero salud para ellos y vida para el mundo. Quiero tranquilidad y prosperidad, quiero planes a futuro y viajes compartidos. Quiero momentos de fiesta. Quiero que abrazar y besar deje de ser un pecado, quiero que deje de ser un arma mortal el poder salir y estar con quien amo. Quiero ver brillar a mi abuelo en lo alto del cielo verdadero, no solo en el techo de mi cuarto.
Y si nada de esto es posible, quiero construir un mejor futuro, un mañana diferente y descubrir la felicidad misma en este nuevo caminar.
Por un Diciembre que duele pero que sabe a frutos deshidratados, por un diciembre que grita CAMBIO y que asusta pero sabe más que nunca.
¡Salud y felices fiestas!
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