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NARANJA CALABAZA

  • Ambross S. Told
  • 19 oct 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 23 dic 2020


Amo comer calabaza, pensé, mientras mi mano conducía una enorme cucharada de este delicioso manjar a mi boca.

Recordé que esa mañana el paisaje pintaba una cortina de tonalidades que iban desde amarillo paja, pasando por el naranja calabaza y terminando con un café tan seco como las ramas de los árboles al final del año. Una alfombra crujiente me esperaba al salir de mi casa; al avanzar de mis pasos, incesable, el sonido rebotaba en mis oídos. Daba la impresión de que mi trayecto estaba acompañado por una especie de traviesos compañeros, ruidosos y volátiles.

Arriba en el cielo, mis amigos acompañaban al viento danzando y dibujaban figuras peculiares con un vaivén incansable, a veces, suave y lento; otras veces agitado y voraz.

Es otoño, dijo mi maestra, cuando entré al salón. Una cadena de imágenes rebotaron en mi cerebro como pelotas jugueteando en una sala de diversiones y la misma emoción invadió mi ser.

¡Naranja calabaza, ahora recuerdo! Inicia la temporada que abre pasó a todos esos eventos raros pero hermosos: cierre de ciclos, acciones de gracias, regresar con los nuestros, encuentro de mundos. Pero entre todas esas variadas costumbres, hay una que peculiarmente nos quita el sueño a los niños pequeños, aunque, debo confesar que no por eso deja de encantarme ya que como dulces hasta cansancio y logro burlarme de mi peor pesadilla. Si, como lo oíste, solo esa noche me apodero de su imagen y pretendiendo que tengo el control, aunque solo sea por una noche.

Todas las demás festividades me parecen armónicas y bastante acordes a nuestras necesidades sociales, como dice mi mamá. Incluso, aunque no conozco mucho la fiesta del ¨thanks giving¨, en EUA, entiendo lo que su nombre dice: es la fiesta de la cosecha y fue un momento creado para agradecer por todo lo que se tiene. Pero ésta que se celebra semanas antes, tiene una tonalidad completamente sombría y contraria a la vida. Sin embargo, la disfruto como pocas; sinceramente, no se porque a muchos adultos no les gusta para nada. ¿Será que cada vez que salgo con esa máscara de latex sobre mi cara, el pantalón marrón, el suéter de rayas y mi sobrero casual soy absolutamente invencible? Tal vez en el fondo todos buscamos derrotar a nuestros monstruos o por lo menos a ese monstruo interno que nos ata, nos limita desde nuestro interior y por esa noche, nos creemos capaces de hacerlo, pensé.

Quisiera que no necesitáramos máscaras, que todos los días fueran naranja calabaza y que siempre comiéramos dulces hasta hartarnos. Quisiera que los monstruos se fueran y mis miedos desaparecieran, que el mundo de adultos que nos espera cuando crezcamos no fuera tan complicado y que nunca olvidáramos el naranja calabaza que brilla a pesar de la oscuridad. Quisiera ser niño por siempre o por lo menos nunca olvidar mis pensamientos de ahora, que al menos en esta noche de aparente terror, me hacen disfrutarla como pocas en el año.




 
 
 

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